domingo, 9 de diciembre de 2012

Déjame Aullar



En realidad no nos conocemos, sino hasta el final cuando por obligación y sin miseria demostramos hasta la última lágrima de maldad, sorprendidos ante el miedo, demostramos nuestra debilidad, viéndonos necesitados de piedad.


¿Quién probaría a abrir su alma, y enjaular los espectros tétricos de la humanidad?


Pero es que me siento tan vivo hoy, tan capaz, tan invisible, me siento realmente vivo, podría enseñarte los cielos desde lo alto y podría reventar contigo contra el suelo y lo terrenal.


Tu cuerpo siempre tan febril, tan físicamente débil y es que lo llevas arrastrando junto a tu cruz desde hace tiempo ya, que te olvidaste de ser, ya  no hay oportunidades para esta vez, el retorcido deseo en mi pecho es flagrantemente puro y esta por enloquecer, ante la lucida y milagrosa luna, tu cuerpo he de desgarrar, mordida tras mordida como si no hubiese un mañana que desear, como si fuera el ultimo aperitivo, el gran preludio de un juicio absurdo. Y es que nadie viene a tu  ayuda, como si el destino y la vida misma te postraran ante mi figura, subiendo el telón de la escena con la placida luz lunar, he de anular cada signo vital, he de impregnar mi alma eternamente a la tuya sin vuelta atrás, y es que nada es mejor, es el fin a tu mundo a tu viaje por esta burda humanidad.

No hay deseo mas preciso que el de evitar mirar, contemplar al que toma tu vida, al que le da la libertad a tu alma tras las puertas de la eterna noche, donde los cielos cuidaran de tus deseos hasta el final, sin meditarlo tu vida se apaga y se va, ante mi, ante la noche. Sin revirar la presa que fuiste para mi ya desapareció, solo quedan extensos charcos de sangre, pequeños yacimientos que corren vivos por la noche, libres.

Solo ante la noche, aprecio la luna y su inmensa tranquilidad, mi espectadora favorita, la gran dama danzante de la profunda oscuridad. Déjame aullar ante el alma que se va, déjame aullar porque el amor y la vida que en su cuerpo existió, corriendo detrás de ti luna ella va.



Regrésame al deseo, al seno de mis creencias, a la paz de aquellos ojos que sufrían en soledad.

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