sábado, 3 de noviembre de 2012

Mariposas.



Forje aquellos caminos a partir  de sueños gloriosos aun sin cumplir, determinados a seguir proliferando sin fin en mi interior, encerré  el amor en un frasco de cristal, como si lo desease ver morir poco a poco, tal cual, mariposa en el frasco de cristal, sin aire, sin libertad, sin batir sus alas, solo bella  y tranquila presa del vidrio sofocante, esperando paciente a su propia muerte, a su feliz y no tan feliz claudicación, es ese vidrio el cual aprehendió mi corazón, y  en el confinadas  las virtudes del amor. Es una muerte vil y miserable, pero es hermosa y permanece constante adentro sin corroerse, reinando dentro de su sepulcral frasco de vidrio, como la mariposa.
Las lagrimas que brotan de mis ojos, ante la mariposa y mi corazón, son sumamente obsoletas, sumamente dolientes y desesperadas, sumamente solitarias; en la felicidad y la tristeza, tan solo murmullos desprende aquel encerrado corazón, enconado y abatido, donde sus gemidos rebotan contra el lucido cristal y se devuelven como puñales furtivos propensos a dañar. Venas, arterias, cavidades,  todos menesteres a merced de torrentes donde la sangre turbia, turba la paz del miserable corazón, donde palpita mediocremente y se arrastran con aquellos pálpitos las virtudes del amor como insignificantes enfermedades, insignificantes almas que no dejan de soñar. Oh! Desearía ponerle fin, ponerle fin a esta condena suprema, que el espíritu fuerte flaquee y olvide su voluntad, que el cristal predominante en mis entrañas, estalle, se quiebre pieza por pieza, siendo propensa a lastimar aquella no tan divina creación, aquel soñador corazón.

“Somos cuerpos incompletos, no somos determinados, pues la única determinación franca y precisa es la de morir, para cuando el desgaste se torna abrazador y amenazante”.

 La mariposa frágil  determino por si su claudicación, entro a su fatal  destino, a su camino ligero y no tan lejano, a uno hermoso y sincero, como el tan imposible amor. 

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