Forje aquellos caminos a partir de sueños gloriosos aun
sin cumplir, determinados a seguir proliferando sin fin en mi interior, encerré el amor en un frasco de cristal, como si lo desease
ver morir poco a poco, tal cual, mariposa en el frasco de cristal, sin aire,
sin libertad, sin batir sus alas, solo bella y tranquila presa del vidrio sofocante, esperando
paciente a su propia muerte, a su feliz y no tan feliz claudicación, es ese
vidrio el cual aprehendió mi corazón, y en
el confinadas las virtudes del amor. Es
una muerte vil y miserable, pero es hermosa y permanece constante adentro sin
corroerse, reinando dentro de su sepulcral frasco de vidrio, como la mariposa.
Las lagrimas que brotan de mis ojos, ante la mariposa y mi corazón,
son sumamente obsoletas, sumamente dolientes y desesperadas, sumamente
solitarias; en la felicidad y la tristeza, tan solo murmullos desprende aquel
encerrado corazón, enconado y abatido, donde sus gemidos rebotan contra el
lucido cristal y se devuelven como puñales furtivos propensos a dañar. Venas,
arterias, cavidades, todos menesteres a
merced de torrentes donde la sangre turbia, turba la paz del miserable corazón,
donde palpita mediocremente y se arrastran con aquellos pálpitos las virtudes
del amor como insignificantes enfermedades, insignificantes almas que no dejan
de soñar. Oh! Desearía ponerle fin, ponerle fin a esta condena suprema, que el espíritu
fuerte flaquee y olvide su voluntad, que el cristal predominante en mis
entrañas, estalle, se quiebre pieza por pieza, siendo propensa a lastimar
aquella no tan divina creación, aquel soñador corazón.
“Somos cuerpos incompletos, no somos determinados, pues la única
determinación franca y precisa es la de morir, para cuando el desgaste se torna
abrazador y amenazante”.
La mariposa frágil determino por si su claudicación, entro a su
fatal destino, a su camino ligero y no
tan lejano, a uno hermoso y sincero, como el tan imposible amor.
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